El ámbito rural de Espinaréu (en el concejo de Piloña), es todo un tesoro vivo de otros tiempos. Su antigüedad viene atestiguada principalmente por los hórreos que proliferan en cada esquina.
Los hórreos, son construcciones agrarias y constituyen un ingenio antiquísimo que servía para almacenar cosechas y carne de matanza y poner el sustento alimenticio a buen recaudo. Por eso se construían en alto, apoyados en cuatro pilares o pegoyos, para evitar las humedades y conseguir la temperatura precisa, impidiendo a la vez que roedores o alimañas acabasen con las existencias.
De todas todas, los hórreos formaban parte del paisaje asturiano por la inevitable adaptación humana a un medio hóstil y húmedo. Si usted recorre Asturias comprobará que los hórreos existen. Abundan, más o menos. Sin embargo, en la mayoría de los casos existen como mera excepción diseminados y con baja densidad. En algunos núcleos rurales ni siquiera se observa esta excepción. Por otra parte, siendo excepcionales, normalmente sobreviven ruinosos y estériles, y en muchos caso apenas cumplen otro papel que el de cobijar herramientas, vehículos, o carros del país bajo su estructura.
Espinaréu nos hace olvidar este declive. En pocas zonas se hace querer tanto la antropología asturiana. A base de ver hórreo tras hórreo comprendemos que las aldeas eran territorios cargados de vida e ingenio, y confirmamos con la vista que en esta aldea se encuentra la mayor concentración de hórreos de toda Asturias.
Actualmente los hórreos sirven a otros menesteres, o a ninguno en particular. Sólo en su exterior se aprecia que aún cumplen la función para los que fueron creados, y no es raro verlos adornados con cebollas, ajos y demás productos de la huerta menos perecederos. En este sentido, las actuales neveras y congeladores han relegado al hórreo a un papel casi romántico.
En Espinaréu, como si no hubiese pasado el tiempo, estas construcciones parecen querer decirnos que siguen vivas. No en vano, tienen motivos para mostrarse altaneras, pues en este pueblo se encuentran las construcciones de este tipo más antiguas de Asturias. Si lo deseamos, tendremos ocasión de ver uno por dentro, teniendo en cuenta que todos lo hórreos tiene propietario y están cerrados con llave, así que para acceder a ellos es necesario pedir permiso.
Los hórreos de Espinaréu, como en el resto de Asturias, también guardan una esencia mística, o supersticiosa si se prefiere. El patrimonio etnográfico de la aldea se redondea con los signos de carácter místico-mágicos inscritos en sus tablas. Elementos persuasivos, en muchos casos para alejar los malos espíritus, de origen básicamente celta que fueron dibujados o tallados, primigeniamente, en bosques y cuevas. Estos símbolos conviven con otros meramente ornamentales y conmemorativos que son las marcas del carpintero constructor, y con un buen número de mensajes y lemas generaccionales sujetos a la interpretación y el análisis de los más curiosos.
No se ha dicho que en Espinaréu conviven hórreos y paneras, éstas últimas son muy parecidas a los primeros pero de mayor capacidad, con seis pegoyos en lugar de cuatro, corredor, balaustrada y mayor número de ornamentos. Ambos tipos de construcciones se hacían principalmente en madera de castaño y sus piezas se unían sin un un solo clavo, utilizando cuñas de la propia madera para ensamblarlas.
Se sabe que hórreos y paneras eran vitales en una casa de labranza y que muchas veces, al menos las paneras, formaban parte del ajuar de la novia. Remontándonos más en el tiempo descubrimos que tienen un origen incierto. Hay quien mantiene que los grandes cajones de madera llevados sobre ruedas a los campamentos romanos en las campañas de conquista imperial, antecesores de las actuales caravanas, fueron abandonados con frecuencia y aprovechados por los lugareños, quienes los colocaron sobre unos apoyos para usarlos de almacén.
De todas todas, los hórreos formaban parte del paisaje asturiano por la inevitable adaptación humana a un medio hóstil y húmedo. Si usted recorre Asturias comprobará que los hórreos existen. Abundan, más o menos. Sin embargo, en la mayoría de los casos existen como mera excepción diseminados y con baja densidad. En algunos núcleos rurales ni siquiera se observa esta excepción. Por otra parte, siendo excepcionales, normalmente sobreviven ruinosos y estériles, y en muchos caso apenas cumplen otro papel que el de cobijar herramientas, vehículos, o carros del país bajo su estructura.
Espinaréu nos hace olvidar este declive. En pocas zonas se hace querer tanto la antropología asturiana. A base de ver hórreo tras hórreo comprendemos que las aldeas eran territorios cargados de vida e ingenio, y confirmamos con la vista que en esta aldea se encuentra la mayor concentración de hórreos de toda Asturias.
Actualmente los hórreos sirven a otros menesteres, o a ninguno en particular. Sólo en su exterior se aprecia que aún cumplen la función para los que fueron creados, y no es raro verlos adornados con cebollas, ajos y demás productos de la huerta menos perecederos. En este sentido, las actuales neveras y congeladores han relegado al hórreo a un papel casi romántico.
En Espinaréu, como si no hubiese pasado el tiempo, estas construcciones parecen querer decirnos que siguen vivas. No en vano, tienen motivos para mostrarse altaneras, pues en este pueblo se encuentran las construcciones de este tipo más antiguas de Asturias. Si lo deseamos, tendremos ocasión de ver uno por dentro, teniendo en cuenta que todos lo hórreos tiene propietario y están cerrados con llave, así que para acceder a ellos es necesario pedir permiso.
Los hórreos de Espinaréu, como en el resto de Asturias, también guardan una esencia mística, o supersticiosa si se prefiere. El patrimonio etnográfico de la aldea se redondea con los signos de carácter místico-mágicos inscritos en sus tablas. Elementos persuasivos, en muchos casos para alejar los malos espíritus, de origen básicamente celta que fueron dibujados o tallados, primigeniamente, en bosques y cuevas. Estos símbolos conviven con otros meramente ornamentales y conmemorativos que son las marcas del carpintero constructor, y con un buen número de mensajes y lemas generaccionales sujetos a la interpretación y el análisis de los más curiosos.
No se ha dicho que en Espinaréu conviven hórreos y paneras, éstas últimas son muy parecidas a los primeros pero de mayor capacidad, con seis pegoyos en lugar de cuatro, corredor, balaustrada y mayor número de ornamentos. Ambos tipos de construcciones se hacían principalmente en madera de castaño y sus piezas se unían sin un un solo clavo, utilizando cuñas de la propia madera para ensamblarlas.
Se sabe que hórreos y paneras eran vitales en una casa de labranza y que muchas veces, al menos las paneras, formaban parte del ajuar de la novia. Remontándonos más en el tiempo descubrimos que tienen un origen incierto. Hay quien mantiene que los grandes cajones de madera llevados sobre ruedas a los campamentos romanos en las campañas de conquista imperial, antecesores de las actuales caravanas, fueron abandonados con frecuencia y aprovechados por los lugareños, quienes los colocaron sobre unos apoyos para usarlos de almacén.
Perguapu reportaje Taty, a nosotros nos gustan mucho esta singular construcción norteña, de tal manera que cuando hacía manualidades, ahora un tanto abandonadas, realizaba horreos en miniatura, así que... Un saludo y esperamos verte otro día en cualquier espacio natural.
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